No era insólito que aprovechándose de la gran fama, publicidad y terror que infundían en la población las más importantes cuadrillas de bandidos, otras partidas de ladrones desconocidas intentasen beneficiare de la notoriedad para cometer sus robos y asaltos. Pretendían con ello insuflar en los ánimos de los asaltados el espanto y el pánico que no podían producir por sí mismos, lo que sin duda facilitaría sus criminales fines.
A modo de ejemplo, y sin que pueda asegurarse su certeza, refiere Hernández Girbal un episodio de usurpación de personalidad en la persona de Juan Pujol Fontanet, Pantxa Ampla, que costó la vida al usurpador al encontrarse con el verdadero ladrón, quien le mató de un certero disparo. Según este autor, después del asesinato "el verdadero Pancha Ampla prosigue su camino, orgulloso de la justicia hecha y quien cubrióse con ajeno mote queda sin vida".
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