Antonio "Pincha-uvas", llevaba el apodo desde muchacho, por una circunstancia que vino a poner de manifiesto sus perversas inclinaciones. Antonio vio un día en el taller de su padre un palo largo y delgado, que en uno de sus extremos tenía un chuzo y al lado de éste un gancho. Se apoderó de este instrumento, salió al campo con él, y cuando creyó que nadie le veía, trepó por el vallado de una viña, y comenzó a poner en práctica su oculto pensamiento. Este no era otro que el de pinchar con el chuzo los racimos de uvas de las cepas que estaban próximos al vallado, y recogerlos después con el gancho de aquel instrumento, que era en sus manos un auxiliar seguro para robar sin correr riesgo de ser sorprendido dentro de las viñas. La primera vez que Antonio intentó esta que podría llamarse diablura en un chico de corta edad, nadie le vio, y animado por el buen éxito de su empresa, volvió una vez y otra a repetir sus robos, que al cabo fueron descubiertos, y que haciéndose públicos le valieron en el pueblo el susodicho apodo de "Pincha-uvas".
(Bibliografía: Historia de los famosos ladrones andaluces. Pincha-uvas y Fantasía)
(Bibliografía: Historia de los famosos ladrones andaluces. Pincha-uvas y Fantasía)
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