Bernardo Moraleda nace hacia 1852, en Navas de Estena. De pequeño tuvo que trabajar como recadero. Pronto su familia se trasladó a vivir a Fuente el Fresno, donde pasaría su niñez. Algún incidente con el propietario de un rebaño de cabras que cuidaba le llevó a echarse al monte.
Otras fuentes afirman que mal aconsejado por un hermano de su padre, que había servido en el Ejército Español de Ultramar, Moraleda decide desertar, cuando estaba esperando a ser enviado a Filipinas.
Al ser declarado prófugo se escapa al monte donde formó parte de la partida de Antonio Merendón Mondéjar; allí conoció al Purgaciones y otros compañeros que como él dejaron la facción para dedicarse al bandolerismo.
En solitario en las sierras pronto se le unió un vecino de Valdelacasa (Cáceres) de apodo Parrachatas y más un convecino por un asunto de amores. Se le atribuye la muerte de un vecino de Hontanar que pretendió delatarle y la de un escopetero de la Diputación. Se escondía en las nacientes de los ríos Estena y Cedena cercanas al macizo de Rocidalgo, lugares casi inaccesibles. Hizo correrías por Valtravieso, Peñafiel, Puerto Albarda, Puerto Marches, Ventosilla, nacientes del Torcón, las Becerras, el Chorro y Malamoneda, donde tenía una cueva conocida hoy por su nombre, todos ellos lugares situados en los términos municipales de Robledo del Mazo, Los Navalucillos, Navahermosa, Hontanar, Navas de Estena, Retuerta, San Pablo, Ventas, Menasalbas, Sonseca y otros situados en el Norte de los Montes.
En 1870 y en el término de Retuerta donde recibió el general Prim como premio por la batalla de Castillejos en 1860 una finca en la que edificó un caserón con aspecto de fortaleza conocido en la comarca como Castillo de Prim, durante unas vacaciones en esta finca el hijo del general, que preparaba unas oposiciones, se perdió en el campo al confundir las márgenes del río Bullaque con las del Milagro y quedando aislado a merced de la noche. Moraleda escuchó sus gritos de socorro le reconoció y se ofreció a acompañarle hasta el castillo y al llegar a las tapias le encomendó que comunicarse a su padre que quien le había llevado era Moraleda.
Continuó sus correrías por la cordillera tratando de subsistir, merodeando pasos y caminos solitarios, llegando incluso hasta las Villuercas y estribaciones de Sierra Morena. En 1877 durante el malogrado asalto al tren de Villacañas logró evadirse huyendo con un Juanillón a Portugal donde fueron detenidos y repatriados. En la huida a Portugal, Moraleda y Felipe Juanillón se encaminaron hacia Retuerta. Moraleda subió a la sierra a esconder su escopeta, anteojos y el numeroso botín en oro que había conseguido reunir en todas sus acciones delictivas, la mayor parte de éste eran los cinco mil duros en onzas que había conseguido robar al recaudador de la zona de Ciudad Real.
En 1882 fue condenado a muerte y conmutada la pena por 45 años de reclusión en el penal de Mahón. Por "otra gracia especial" le fue rebajada a 30 años y trasladado al Puerto de Santa María y por último a Ocaña. Tras un nuevo perdón del gobierno a todos los penados que llevasen más de 20 años cumpliendo condena, fue puesto en libertad en 1923. Pasó el rastrillo de la cárcel, con el hato al hombro; vestido de presidiario, el más antiguo del penal con setenta y un años, los tobillos gastados por las cadenas y cinco duros de plata en el bolsillo.
Las personas que lo conocían, al enterarse que estaba libre sintieron temor, pero Moraleda muy anciano, no podía ya andar por esos montes. Muy débil pidió auxilio en la finca de Prim, el apoderado general del sucesor de Prim, don Antonio Muñoz le convirtió en encargado de las bodegas del castillo. El rasgo de su apoderado lo refrendó el marqués de los Castillejos al que, años antes, Moraleda había encontrado perdido en lo más profundo del monte. Murió en 1936 en un asilo de Ciudad Real.
Cueva de Bernardo Moraleda |
En 1870 y en el término de Retuerta donde recibió el general Prim como premio por la batalla de Castillejos en 1860 una finca en la que edificó un caserón con aspecto de fortaleza conocido en la comarca como Castillo de Prim, durante unas vacaciones en esta finca el hijo del general, que preparaba unas oposiciones, se perdió en el campo al confundir las márgenes del río Bullaque con las del Milagro y quedando aislado a merced de la noche. Moraleda escuchó sus gritos de socorro le reconoció y se ofreció a acompañarle hasta el castillo y al llegar a las tapias le encomendó que comunicarse a su padre que quien le había llevado era Moraleda.
Continuó sus correrías por la cordillera tratando de subsistir, merodeando pasos y caminos solitarios, llegando incluso hasta las Villuercas y estribaciones de Sierra Morena. En 1877 durante el malogrado asalto al tren de Villacañas logró evadirse huyendo con un Juanillón a Portugal donde fueron detenidos y repatriados. En la huida a Portugal, Moraleda y Felipe Juanillón se encaminaron hacia Retuerta. Moraleda subió a la sierra a esconder su escopeta, anteojos y el numeroso botín en oro que había conseguido reunir en todas sus acciones delictivas, la mayor parte de éste eran los cinco mil duros en onzas que había conseguido robar al recaudador de la zona de Ciudad Real.
Los hermanos Juanillones |
Cuando llegó a Retuerta, después de muchas privaciones, pidiendo limosna por los mesones, subió a la sierra en busca de la carabina, el anteojo y los cinco mil duros y no encontró nada. Allí estuvo cavando hasta que se cansó. Mala memoria o quizás alguien lo encontró.
Estuvo en las partidas de los célebres Juanillones y Purgaciones hasta que formó una propia. Aunque se le atribuyen las cualidades del bandido generoso, se le imputaron dos muertes y la participación en robos, asaltos y secuestros con las malas compañías de sus primeros tiempos. No fue sin embargo un hombre violento o inclinado a la crueldad, sino más bien un desertor envuelto en las guerras civiles, inducido a delinquir y arrepentido posteriormente.
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